La crisis política y económica de Venezuela
se ha convertido en un lacerante problema que ha perjudicado la educación tanto
como a los demás sectores de la cotidianidad. Como resultado de la eviterna
inestabilidad que reina en la nación, la educación se ha visto impactada por el
deterioro de la calidad de vida.
La crisis económica afecta a la sociedad y
por tanto, la forma en la que esta percibe el mundo a su alrededor. La
educación ya no se considera una prioridad absoluta en el universo de los
venezolanos. Según el país cae en una espiral de anarquía, la violencia se
cierne vasta, trasladándose consecuentemente a los jóvenes y en las escuelas.
Los adolescentes pierden el respeto por los mayores y las figuras de autoridad,
pues a su alrededor solo reina el caos: de la misma forma en la que los cuerpos
de seguridad y gobiernos no siguen las reglas, ellos pierden la disciplina que
rodea su experiencia educativa. Debido a la ubicua agresividad que rige sus
vidas, los jóvenes no sienten más la necesidad o la obligación de mostrar
deferencias o amabilidad.
El país entero se deteriora hacia una
cultura de negligencia y pereza. La raíz del problema es la carencia de metas
por las que esforzarse con pasión. Sin mayores objetivos a los que poder
aspirar, a los adolescentes ya no les importa la educación.
Esta situación se traslada a las aulas de
clase. Sin respeto por la enseñanza, no existe voluntad de apreciar el sistema
educativo, que, en cambio, es tratado con rudeza, mientras se desdeña todo lo
que todavía queda en pie, al considerarlo insignificante. El resultado es una
irrisoria fe en la educación, anodina y diminuta, que no es suficiente como
para mantenerla en funcionamiento.
La verdadera solución yace justo al lado
del problema: a través de la concientización de los jóvenes. Los estudiantes
deben entender que la educación no es solo una responsabilidad, sino también un
privilegio que puede abrirles muchas puertas y ofrecerles oportunidades. En sus
casas y familias, los adolescentes deben aprender a estimar su sistema
educativo, a pesar de sus fisuras: por muy poco que todavía se mantenga en pie,
esto siempre será mejor que no tener nada.
Todo el país debe hacer un esfuerzo activo
para recordarle a cualquiera que se atreva a dudarlo que la educación es una
herramienta que nos permitirá desarrollar nuestra visión del mundo y nuestra
capacidad de entendimiento mutuo. Los docentes no deben frenar el ritmo y deben
continuar su labor, independientemente de qué tan ardua pueda llegar a ser.
Mientras, el resto de nosotros debemos apoyarlos a la par que luchamos contra
la violencia y la ignorancia. La belicosidad y agresividad serán combatidas y
erradicadas siempre y cuando los venezolanos creamos en la educación como una
de los pilares fundamentales, una piedra angular del progreso del país.
Los medios de comunicación han de luchar
parar dejar en claro que los colegios son el futuro. Los jóvenes deben
disfrutar el estudio, incluso a través de programas que los exhorten a ello;
así percibirán cada clase como una oportunidad de mejorar sus vidas. Necesitan
motivación, esperanza, en medio de todas esas sombras que los rodean. Los
mayores necesitan creer en la educación, para quelas futuras generaciones
también puedan hacerlo.
Finalmente, los profesores deben continuar
con su labor. Deben luchar con todas las armas a su alcance: sus conocimientos
e ideas, para que los más jóvenes puedan beneficiarse de ello y también
apreciar su esfuerzo, su dedicación abnegada, batallando con estoicismo contra
las adversidades, por la formación del futuro del país.
Los docentes deben creer, incluso cuando
hoy parezca una idea ciega, que están haciendo una diferencia, que están
aportando un vasto grano de arena a la construcción de una mejor sociedad.
Nosotros los necesitamos con desesperación. Deben mantener la fe, puesto que es
la fe el motor del cambio.
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